Los retos de la transición digital nos afectan a todos sin que realmente nos demos cuenta: despliegue masivo de tecnología digital, acceso a la información, medios de comunicación y redes sociales, impacto medioambiental, cuestiones sociales y manipulación política... Todos los ingredientes para una herramienta de gran influencia están ahí. En la educación y la formación, la tecnología digital es a menudo una herramienta, y a veces un fin en sí misma. De los MOOC a la alfabetización digital, comprender el lugar, los riesgos, las contribuciones y las trayectorias deseables de la tecnología digital es una forma de que los actores de la educación y la formación ayuden a orientar los caminos digitales en la dirección correcta.

Tres artículos para ayudarle a comprender mejor las transiciones digital y ecológica:

Transiciones : La tecnología digital no se "desmaterializa" y desestabiliza cada vez más el clima (1/3)

Transiciones : El impacto social de la tecnología digital no se guía por el interés general (2/3)

Transiciones : Conciliar la tecnología digital con la transición ecológica y social desde ya (3/3)

Transiciones : Conciliar la tecnología digital con la transición ecológica y social desde ya (3/3)

Transiciones de la tecnología digital y ecológica: múltiples paradojas

La transición ecológica implica reducir drásticamente nuestro impacto sobre el medio ambiente. Optimizar y mejorar la eficacia de nuestros sistemas técnicos no basta; de hecho, paradójicamente, es una de las causas de la multiplicación de los impactos. Este "efecto rebote" se observa en el sector digital: gracias a la reducción del consumo eléctrico de los sistemas informáticos y a la optimización de los terminales, los ordenadores han pasado de ser unas decenas de unidades repartidas por enormes salas a 8.600 millones de smartphones en circulación en bolsos y bolsillos de vaqueros ( ¡un número superior al de seres humanos!).[i].

En el artículo Transiciones : la tecnología digital no se desmaterializa y desestabiliza cada vez más el clima (1/3) hemos visto hasta qué punto los usos y el impacto de la tecnología digital crecían rápidamente. Pronto, el Internet de los Objetos Conectados (IoT) nos promete una proliferación de pequeños objetos conectados, que a menudo necesitan una batería y pueden disparar enormemente la cantidad de datos en circulación. Las emisiones de carbono del sector digital aumentan un 6% al año en todo el mundo y entre un 2 y un 4% en Francia^[ii] y "Si no se toman medidas para limitar el crecimiento del impacto medioambiental de la tecnología digital, su huella de carbono podría triplicarse entre 2020 y 2050".^[iii] O el acuerdo de París sobre el clima, cuyo objetivo es mantener el calentamiento global en una media de +2 °C en comparación con la era preindustrial, implica lograr la neutralidad mundial del carbono para 2050. Para 2030, esto significa reducir las emisiones en un 55%, de una manera considerable. Por tanto, todos los sectores de todos los países deben contribuir de manera importante a reducir las emisiones, ¡no a aumentarlas! Para el sector digital en Francia, el Proyecto Shift recomienda construir la trayectoria francesa en torno al objetivo de una reducción del 30% de aquí a 2030.^[iv] Este fenómeno de oposición entre las trayectorias digitales actuales y las deseables es idéntico para el uso del agua (con posibles conflictos futuros), la contaminación (impactos sobre la salud humana y los ecosistemas) y los impactos sobre la biodiversidad (destrucción y fragmentación de hábitats, contaminación de todo tipo).

En una sociedad ahora en permacrisis[1], las cuestiones de resiliencia y soberanía adquieren mayor importancia. Si nuestro sistema hospitalario depende demasiado de la tecnología digital vinculada a los GAFAM, a la buena voluntad de los proveedores de programas informáticos codificados en la India o a los fabricantes de equipos estadounidenses que integran chips asiáticos, existe un gran riesgo de que deje de poder cumplir su función en caso de crisis geopolítica o de fuerte inflación del precio de los materiales. Pero aunque la tecnología digital se extiende por todas partes y proporciona muchos servicios, también nos expone a muchos más riesgos que no podemos controlar. La creciente complejidad de los sistemas y su dependencia cada vez mayor de la tecnología digital hacen que este riesgo sea cada vez mayor. El ejemplo de los muchos hospitales afectados por ransomware e incapaces de prestar asistencia tras un ataque informático es solo el principio.

La transición ecológica no es sólo una cuestión de medio ambiente y requiere que se cumplan una serie de condiciones sociales para que se produzca en condiciones aceptables, como la justicia social. Por el momento, sin embargo, la tecnología digital contribuye más a la reproducción de las desigualdades y discriminaciones que a su eliminación, aunque paradójicamente aporte herramientas de transparencia y comunicación inestimables para poder superarlas.

En términos más generales, hay que señalar que sigue existiendo una "enorme brecha cultural entre los implicados en el sector digital y los implicados en el desarrollo sostenible y la transición ecológica. No proceden de la misma formación, no tienen el mismo vocabulario, no pertenecen a las mismas ramas de los organigramas, lo digital está masivamente ausente de la Agenda 21 y de los planes climáticos, y la ecología está muy poco presente en las estrategias digitales".^[v]

Hacia una tecnología digital humana y ecológica

Lo primero que suele venir a la mente es que la industria digital necesita "poner orden en su propia casa", sobre todo en lo que respecta al medio ambiente: lo que se conoce como "Green IT" implica descarbonizar las actividades de la industria digital en su conjunto y reducir significativamente el impacto medioambiental que está directamente relacionado con ella. Ya hemos visto en artículos anteriores hasta qué punto los terminales y las infraestructuras de los usuarios están en el centro de estos impactos. Así pues, las líneas de actuación pasan por alargar la vida útil de los terminales, ecodiseñarlos desde el principio, reducir el consumo energético de las infraestructuras, limitar la necesidad de nuevos equipos, desarrollar el reacondicionamiento, la reparación y la modularidad de los equipos, modernizar los equipos antiguos y sensibilizar a los usuarios. [vi] [vii] Estas políticas de "sobriedad digital" deberían permitir reducir la huella medioambiental del sector digital de aquí a 2030 (-16% para la huella de carbono).[viii] Cambiar la forma en que todos utilizamos la tecnología digital, incluso en la educación y la formación, hacia un consumo menos frenético de servicios y terminales contribuirá en gran medida a reducir estos impactos. Para adaptarse a las futuras crisis medioambientales, hay que demostrar la resiliencia de la tecnología digital, sobre todo en relación con lo que ya está ocurriendo en los países del Sur, que prefigura el futuro de los países del Norte.[ix] Es necesario desarrollar el lugar de la sobriedad y la baja tecnología[2], así como su conveniencia.

Las herramientas digitales tienen un gran poder de transformación, por lo que podríamos considerar su uso como palancas para acelerar la transición ecológica (esto es "IT for Green"). Hay que ver para qué sirven estas herramientas. En cuanto a las necesidades energéticas de la sociedad, podríamos utilizar la IA para optimizar la producción de los parques eólicos en función de la demanda.[3] o intercambiar electricidad entre productores individuales de energía renovable y consumidores, sin necesidad de intermediarios. Pero es necesario legislar para evitar el riesgo de hegemonía de las GAFAM en la gestión de la energía, algo crucial para los Estados y los pueblos. Algunos modelos digitales han demostrado su potencial de transformación (modelos de código abierto, métodos ágiles, etc.), pero para que contribuyan a las cuestiones ecológicas, es necesario que estos modelos tengan "una verdadera intención ecológica, un objetivo, [de lo contrario] los resultados no acompañarán". Las promesas defraudadas de la economía colaborativa están ahí para recordárnoslo.[x]

La contribución de la tecnología digital a la sociedad podría multiplicarse en muchos ámbitos (esto es "IT for Human"). Al igual que la red eléctrica, la tecnología digital podría ser interoperable, fácil de usar para todos y durar mucho más. La idea es poder elegir cómo utilizarla en lugar de estar sometido a ella, para que sea "emancipadora en lugar de alienante"[xi], sin requerir una atención desmesurada y constante. Una tecnología digital que te permite olvidarte de ti mismo, que te permite "aligerar, ralentizar el ritmo de vida" [xii] en lugar de un acelerador perpetuo de nuestras vidas. Deberíamos poder elegir fácilmente cómo se utilizan nuestros datos. Los datos de interés general y la ciencia podrían beneficiarse de una mayor transparencia en lugar de ser monopolizados. La democracia y la convivencia se verían reforzadas por un entorno digital benévolo, limitando la difusión de noticias falsas, contenidos emocionales violentos o instrumentalizados, y el ciberacoso, y desarrollando la diversidad y la empatía, las herramientas de consulta y decisión colectiva, y la vulgarización de las cuestiones políticas, sociales y ecológicas.

En educación y formación, la tecnología digital podría contribuir más a fomentar el aprendizaje (las simulaciones en 3D pueden reforzar el aprendizaje, pero no debemos olvidar las necesidades sociales y emocionales de los alumnos) y la creatividad en lugar de contribuir al formateo, hacer más accesibles los contenidos a través de la baja tecnología, por ejemplo, reducir la discriminación y permitir la educación en nuevas formas de gobierno más colectivas. Un ejemplo: una "Oralpédia" podría ser una enciclopedia sonora que recogiera la memoria oral y la cultura de personas que no saben escribir o no se sienten cómodas con la palabra escrita y las herramientas digitales.[xiii] Los profesores y formadores podrían tener acceso a más contenidos, herramientas de colaboración adecuadas y formación digital, y, en la enseñanza superior en particular, deberían trabajar para conciliar las transiciones digital y ecológica, que a menudo se enseñan por separado. La educación en ciudadanía digital ayudaría a desarrollar usos más justos y responsables, en particular mediante la educación en herramientas, medios e información, cuestiones digitales y prácticas responsables.

Un momento crucial: ¿queremos recuperar el control?

Aspirar al ideal de un mundo digital "democrático, capacitador, integrador, protector, justo, frugal e innovador"[xiv] nos ayudarán a encontrar la dirección correcta a seguir. Lo único que queda por hacer es determinar los medios y comprender la urgencia de estas transformaciones, resumidas en estas palabras de actores comprometidos:

La tecnología digital se encuentra en un momento particular de su historia: se ha convertido en la preocupación de toda la sociedad, poniendo bajo presión la política, la economía, nuestra vida cotidiana y nuestros territorios. Es cierto que las tecnologías de la información llevan mucho tiempo planteando estas cuestiones. Pero lo nuevo es que estas herramientas están ahora en manos de muchísimos, al tiempo que los gigantes concentran, a una escala sin precedentes, una parte decisiva de los recursos, los datos, los ingresos y el poder. Pero también porque la tecnología digital actual no está adaptada al mundo que viene.[xv]

Empezar por medir los indicadores que hay que desarrollar y organizar la transparencia nos permitirá priorizar las acciones e iniciar un proceso democrático de toma de decisiones. Reorganizar nuestra sociedad hacia usos digitales más sobrios debe formar parte de la ecuación ecológica a partir de este momento. La formación de un gran número de actores también forma parte de la ecuación, con el fin de movilizar las competencias necesarias en las grandes familias de actores. La comprensión de los retos sociales y medioambientales de la tecnología digital, así como los cambios de dirección deseables, deben desarrollarse en los distintos niveles de estas familias, sin olvidar la necesidad de formación técnica de los actores digitales y de determinados usuarios.

Cambiar la finalidad principal de las herramientas digitales es una cuestión profunda y compleja, que pone en tela de juicio los principios económicos dominantes. Sin una intervención estatal o europea contundente (como el desarrollo de un motor de búsqueda público de alto rendimiento o la imposición de normas de estandarización muy estrictas), no hay ninguna posibilidad de que las GAFAM empiecen a funcionar para el bien público. Por ejemplo, la aplicación Handimap, que sugiere rutas accesibles para personas con movilidad reducida, teniendo en cuenta las aceras rebajadas, ha visto obstaculizado su desarrollo por la falta de normalización de los datos sobre accesibilidad vial.[xvi] Por tanto, debemos ir más allá de una normativa necesaria, pero todavía lenta y poco ambiciosa.

Los actores del ecosistema digital tienen el poder (¿y el deber?) de tomar medidas concretas desde ya mismo para reducir el consumo total de energía y materiales de las arquitecturas, los terminales y los programas informáticos, y crear interfaces más respetuosas con las necesidades humanas. También pueden formar a sus empleados y usuarios, contribuir a una reflexión y un debate muy necesarios sobre los objetivos y la evolución deseable de la tecnología digital, hacer transparentes e inteligibles los procesos de toma de decisiones basados en algoritmos, desarrollar bienes comunes como los estándares o el software abiertos, etc.

Como no hay una tecnología digital responsable para una organización irresponsable[xvii], es necesario cuestionar los modelos económicos en juego. Como se trata de una empresa ardua, sería aconsejable dividir el mercado privado en 3 tipos de actores: las empresas que cotizan en bolsa, las empresas que no cotizan y las empresas de la Economía Social y Solidaria (ESS). Las empresas que cotizan en bolsa no podrían apoyar proyectos digitales de interés general, como los programas informáticos públicos de interés para la sociedad.[xviii]

Para decidir qué direcciones son pertinentes, aceptables y aceptadas, debemos tomarnos el tiempo necesario para analizar, debatir, cuestionar, imaginar, crear instituciones y normas, atrevernos a ser radicales y transparentes (sobre las decisiones y la financiación) y darnos cuenta de que todos tenemos un papel que desempeñar como individuos y profesionales. No debemos dejarnos llevar por la impresión de un bloqueo tecnológico[4] : ¿Realmente queremos dejar que la tecnología decida por nosotros?

Imagen: Joshua Sortino en Unsplash