Menos libros, más pantallas: el reto educativo de la sociedad

La OCDE, en su más reciente edición de PISA in Focus, alerta sobre un cambio silencioso, pero profundo: los hogares de los estudiantes de 15 años tienen menos libros físicos y más software educativo que hace una década. En 2015, solo un 19% de los jóvenes tenía menos de 10 libros en casa; en 2022, esa cifra subió al 26%. Paralelamente, el acceso a software educativo pasó del 53% al 74%, impulsado en parte por la digitalización acelerada durante la pandemia.
Esta tendencia no solo transforma el modo en que los adolescentes aprenden, sino que plantea un reto intergeneracional: ¿cómo garantizar que el aprendizaje, en la juventud y en la edad adulta, combine el valor cultural de la lectura tradicional con las oportunidades que ofrecen las tecnologías digitales?
Los expertos subrayan que, aunque las herramientas digitales pueden ampliar el acceso y diversificar las experiencias educativas, también implican riesgos: distracciones en clase, sobreexposición a redes sociales, y efectos adversos en la salud mental y el bienestar. Por eso, la educación de adultos juega un papel esencial, ofreciendo modelos de uso responsable de la tecnología y fomentando hábitos de lectura que fortalezcan la concentración, la reflexión crítica y la cultura general.
La OCDE propone políticas que apoyen tanto a familias como a educadores en este equilibrio: formación digital, fomento de bibliotecas, y regulación del uso de dispositivos en entornos educativos. El objetivo es claro: que cada estudiante, joven o adulto, pueda navegar con éxito entre la tinta y el píxel, aprovechando lo mejor de ambos mundos para su desarrollo personal y profesional.