Mantenerse humano
“Cuesta mucho seguir siendo humano” (Bruce Sterling)
Te invito a que releas las palabras que abren esta entrada antes de seguir leyendo, porque en raras ocasiones tan pocas palabras han llegado a transmitir tanto…
“Cuesta mucho seguir siendo humano”… en los tiempos que corren.
Reflexiona un instante sobre este microrrelato de apenas cinco palabras. Su poder oculto es todo aquello que sugiere o que no se cita literalmente y que queda escondido tras su literalidad. Todo un universo construido con muy pocas palabras que nos pueden (y deben) hacer pensar. Porque es necesario releerlo para entenderlo del todo. Ese es su “superpoder”. Decir mucho con muy poco.
El texto, impactante y potente (como debe ser todo buen micro) es de uno de los escritores de ciencia-ficción más populares de Estados Unidos, Bruce Sterling, considerado uno de los fundadores del movimiento literario conocido como “cyberpunk”. Sterling creó el citado texto en el que alude a la dificultad de afrontar el mundo moderno con tecnologías que superan la capacidad de las personas para adaptarse a los cambios, para hacernos reflexionar sobre el panorama al que hemos de enfrentarnos como humanos antes los sucesos que nos rodean diariamente y nos están marcando como sociedad tecnológica, con un alto riesgo de convertirse en sociedad deshumanizada.
Ya pronosticaba Erich Fromm, célebre psicoanalista y psicólogo social alemán, que a partir del año 2000 la sociedad sería cada vez más deshumanizada y supeditada a la tecnología. Una sociedad deshumanizada que nos haría no solo menos libres, sino también más infelices. Porque, en su opinión, vamos progresivamente hacia un escenario con menos interacción social y un mayor aislamiento. Corremos, según él, el riesgo de convertirnos en esclavos de la tecnología.
Hoy, en el año 2024, restando un poco de pesimismo al asunto, podemos observar que sus palabras no iban muy descaminadas. Estamos inmersos, irremediablemente, en esta vorágine digital que nos afecta de lleno a todos en los diferentes ámbitos de nuestras vidas, querámoslo o no.
Y a los que somos docentes, ¿nos cambiará la Inteligencia Artificial, por ejemplo, nuestra forma de enseñar aún más en los años venideros? Presumiblemente, así será. Está claro que podremos valorar todos los beneficios que aporta esta revolución al quehacer educativo, pero con una premisa en mente: sin que llegue a traspasar los límites de la ética.
En nuestra opinión, hemos de ser profesores que queremos ponernos al día y mantenernos en la vanguardia de las últimas tendencias tecnológicas en educación (tanto en IA como en herramientas digitales de utilidad, ejemplos de buenas prácticas educativas), buscando obtener una mejor comprensión de la ciudadanía digital activa y la alfabetización digital, con un gran interés en aprender cómo poder incorporar todas estas nuevas ideas en nuestras enseñanzas cotidianas. Porque “Las máquinas” y la digitalización, en palabras de E. Fromm, “deben ser medios para los fines determinados por la razón y la voluntad del hombre” (y no al contario, añadiría yo). Obviamente, hemos de estar alertas sobre el poder de las “máquinas”, de las que podemos volvernos sumisos. Estamos aún a tiempo de prevenir esa falta de humanidad al quedar supeditados al universo digital. Tal vez haya valido la pena haber vivido (y estar viviendo) esta transformación digital, pero hemos de ser conscientes hasta donde queremos llegar.
El verdadero reto de la educación del siglo XXI, tal y como argumentan los profesores David Álvarez y Fernando Trujillo en su libro Transformación digital y plan digital de centro (Editorial Graó) es “ser conscientes de la transformación digital que estamos viviendo en la educación y cómo podemos convertirla en experiencia positiva”. Pero, al mismo tiempo, para entender el presente y el futuro de la educación, no podemos pasar por alto los riesgos que nos ofrecen esta digitalización (junto con la IA).De ahí que tengamos que subrayar el crucial papel que desempeña la ética en todos estos avatares.
Según la UNESCO, lograr una buena regulación de la IA es uno de los retos más importantes de nuestro tiempo. Porque, ante todo, se ha de garantizar que la tecnología se desarrolle dentro de un marco ético.
Tenemos claro que el rápido auge de la IA ha generado nuevas oportunidades a nivel global: desde facilitar los diagnósticos de salud hasta posibilitar las conexiones humanas a través de las redes sociales. Pero, del mismo modo, no podemos olvidar que estos cambios rápidos también plantean profundos dilemas éticos, que surgen del potencial que tienen los sistemas basados en IA. Como defiende Gabriela Ramos (Subdirectora General de Ciencias Sociales y Humanas de la UNESCO), “en ninguna otra especialidad necesitamos más una brújula ética que en la inteligencia artificial”.
Ineludiblemente, estas tecnologías de utilidad general están remodelando nuestra forma de trabajar, interactuar y -en definitiva- de vivir. El mundo está cambiando a un ritmo frenético. Todo ello aporta grandes beneficios, pero si no establecemos ciertos límites y unas barreras éticas claras y concisas corremos el riesgo de alimentar los prejuicios y la discriminación del mundo real, y amenazar los derechos humanos y las libertades fundamentales.
Y ahí, justamente, está el reto. En “mantenernos humanos”, como diría Bruce Sterling, con valores éticos que prevalezcan a la digitalización. Tenemos que luchar por ello, aunque nos “cueste mucho seguir siendo humanos”.
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(*Foto de Andres Siimon en Unsplash)