En un mundo donde la educación a menudo se centra en el aprendizaje académico tradicional, iniciativas como la de ES POSIBLE nos recuerdan la importancia de una educación integral que abarque el desarrollo personal y social. Efectivamente, el teatro ha venido demostrando ser una herramienta educativa poderosa, especialmente en el contexto de la educación para adultos gracias a su capacidad de involucrar y transformar, lo que hace de este recurso una herramienta de un valor incalculable. Algunos Centros de Educación Permanente, como el CEPER Blas Infante de Arcos de la Frontera, están liderando esta innovadora metodología, utilizando el teatro no solo como una forma de aprendizaje, sino también como un medio para fomentar la cohesión social y la solidaridad.

Bajo la guía de la profesora Yolanda Cantos, el grupo ES POSIBLE ha preparado este curso, una obra teatral titulada “Los años del hambre”, escrita por el dramaturgo arcense Salvador Pérez Salas. Representada en el salón de actos del Colegio La Salle, narra sucesos cotidianos en los hogares españoles de los años cuarenta del siglo XX, combinando la ingenuidad y la picaresca de sus personajes, y destacando la unión de todos los involucrados.

Además de las enseñanzas que se quieran trabajar, el teatro potencia el desarrollo personal, ya que actuar permite a los estudiantes explorar diferentes aspectos de su personalidad y mejorar habilidades como la confianza, la expresión y la empatía. Si además, se trata de un proyecto como el de ES POSIBLE, fomenta la cohesión social, construyendo un sentido de comunidad y pertenencia entre los estudiantes quienes trabajan juntos hacia un objetivo común, lo que fortalece los lazos entre ellos. Si además, se añade el aspecto social, puede convertirse en un compromiso cívico y de contribución activa a su comunidad local, ya que, en el caso concreto de “Es Posible”, los donativos obtenidos de la representación de “Los años del hambre” han sido entregados a las asociaciones locales DIFUARCOS y ACCAMAR, ambas dedicadas a mejorar la calidad de vida de sus usuarios y a movilizar a la población en torno a sus causas.

El ejemplo del CEPER Blas Infante demuestra que el teatro no es solo una forma de entretenimiento, sino una herramienta educativa que puede transformar vidas. Mediante ella, este centro ha logrado no solo la reintegración educativa de sus alumnos, sino también el fomento de valores como la solidaridad, el compromiso y la comunidad.