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Sergio Martínez: Innovación y compromiso en la Educación de Personas Adultas

Entrevista a Sergio Martínez, referente en educación de personas adultas en Aragón.

Sergio Martínez dirige actualmente el CPEPA Emilio Navarro de Utebo (Zaragoza), y es uno de los referentes de la Educación de Personas Adultas en Aragón. Su trayectoria combina experiencia en la gestión de centros con una participación activa en iniciativas innovadoras, tanto a nivel autonómico como europeo. A lo largo de su carrera ha apostado por una educación inclusiva, creativa y profundamente conectada con las necesidades del entorno y del alumnado. Desde su paso por la Unidad de Educación Permanente hasta su implicación como uno de los primeros embajadores EPALE en España, Sergio ha demostrado una visión clara y comprometida con el aprendizaje a lo largo de la vida.

¿Cómo llegaste al ámbito de la educación de personas adultas? ¿Qué te atrajo de este campo y qué te hizo quedarte?

Mi decisión por estudiar magisterio estuvo influenciada desde antes de llegar a la Universidad de Zaragoza por una vivencia familiar que me impactó. Mi madre tuvo que abandonar la escuela siendo aún niña, pues se había quedado huérfana de madre, al ser la hermana mayor mi abuelo decidió sacarle del colegio y convertirle en ama de casa. Por lo que a la pérdida de su madre se añadió la pérdida del derecho a su educación.

Siendo yo un niño, mi madre, ya adulta, se apuntó en las aulas que existieron en el antiguo matadero de Zaragoza para retomar sus estudios y sacarse el Graduado Escolar. Fue una vivencia impactante para ella, pero también lo fue para toda la familia, su autoestima mejoró, pudo ayudarnos en nuestros deberes y hasta aprendió un poquito de inglés (ahora, con casi 80 años, aún recuerda de carrerilla los números y los días de la semana).

Me emociono recordando estas vivencias ¡Cómo no me iba a influir!

Al ir a solicitar matrícula en la entonces conocida como Escuela de Magisterio, ahora Facultad de Educación, insistí en que quería estudiar la especialidad de Educación de Adultos. Para mi sorpresa, el personal de administración me indicó que no existía esa especialidad, a lo que yo sorprendido respondí ¿Cómo no va a existir? Si existen escuelas de adultos, entonces ¿Qué especialidad debo estudiar para trabajar en una escuela de adultos? No sabían qué responderme, así que fueron a consultar a la Jefatura de Estudios que les indicó que debía estudiar la especialidad de Educación Primaria. Perplejo cuestioné ¿Primaria? ¿Para niños de 6 a 12 años?

Efectivamente, no existía, ni existe, la especialidad de Educación de Personas Adultas. Algo que ni entonces ni hoy comprendo, es evidente que en la infancia no se aprende igual que en la edad adulta, las enseñanzas tampoco son las mismas, ni tampoco la metodología que debemos emplear.

Durante tu etapa en la Unidad de Educación Permanente del Departamento de Educación tuviste una visión amplia del sistema. ¿Qué aprendizajes te llevas de ese periodo y cómo influyó en tu forma de entender la EPA en Aragón?

Sin duda fue toda una experiencia y un reto que acepté con la intención de luchar por mi pasión profesional “desde dentro”. En aquellos momentos ya tenía una visión amplia de la EPA, había trabajado un curso escolar con maestro de convenio en el Ayuntamiento de Carenas, a media jornada, gastando la mitad de mi sueldo en la carretera; 12 cursos escolares en el CPEPA Cuenca Minera, un centro rural, con numerosas aulas adscritas y con Certificados de Profesionalidad, 8 de esos cursos como secretario y 4 como director; y 2 cursos escolares en el CPEPA Margen Izquierda como director, un centro urbano de la enorme Zaragoza, que atiende las aulas del Centro Penitenciario de Zuera.

En realidad, yo era un humilde asesor docente y poco podía hacer, además de realizar tareas administrativas, opinar y asesorar a quienes realmente tomaban las decisiones. Pero la verdad es que, algunas cosas buenas e importantes sí pude ver que mejoraron, aunque otras no pudieron ser.

Quizá una de las cosas que me ayudó a entender esa experiencia es que las necesidades del alumnado y de los centros no siempre se pueden atender con la premura y profundidad que requieren, incluso a veces ni siquiera son posibles.

La administración es compleja, lenta y, en ocasiones, egoísta. Digo egoísta utilizando una palabra que suele tener una connotación negativa porque la administración está muy parcelada y defender una parcela a veces implica que otra no pueda progresar.

Por desgracia, la Educación de Personas Adultas es tan desconocida como poco valorada, algo que no comparto, pues mejorar la vida de las personas adultas es mejorar la sociedad, tanto como en cualquier otra etapa o tipo de enseñanza. ¿Acaso no mejora la sociedad cuando una persona mejora su formación, encuentra empleo, se relaciona y aumenta su autoestima?

En ese contexto, propusiste la creación de varios consorcios de centros aragoneses EPA, con excelentes resultados y, ya como director del CPEPA Miguel Hernández de Casetas, lideraste uno de los primeros proyectos de agrupaciones escolares en educación de personas adultas. ¿Qué impacto tienen estos proyectos colaborativos en el desarrollo de los centros y del profesorado?

Me parecen importantísimos, por varios motivos. Como he comentado antes, la Educación de Personas Adultas es muy poco conocida y es una de las vías por las que podemos darle visibilidad. El participar en proyectos con otros centros nos ayuda a los docentes a conocer otras realidades, estrategias, metodologías, compartir materiales y complementarnos. Además, fortalecen la cohesión entre centros, promueven el desarrollo profesional docente y nos permiten mirar más allá de lo que ocurre en nuestras aulas. Generan sinergias muy positivas.

Además, fuiste uno de los primeros embajadores EPALE en España. ¿Qué supuso para ti formar parte de esa red europea y cómo crees que ha contribuido a visibilizar la EPA en nuestro territorio?

Participar como embajador EPALE fue una experiencia que me abrió la puerta a una red de profesionales de toda Europa con los que compartimos inquietudes, ideas y buenas prácticas. Fue una oportunidad para aprender de otros contextos y también para darnos cuenta del valor que tiene lo que hacemos aquí. Nos permitió difundir nuestra experiencia en Aragón, dar visibilidad a nuestros proyectos y situar la EPA en el mapa europeo.

Desde tu experiencia, ¿qué papel juega la innovación en la educación de personas adultas? ¿Qué tipo de prácticas crees que están marcando la diferencia hoy en día?

La innovación es esencial en la EPA, pero no entendida como moda, sino como respuesta a las necesidades reales del alumnado. Innovar es adaptar, experimentar, mejorar lo que hacemos cada día. Las metodologías activas, el aprendizaje basado en proyectos, el uso reflexivo de la tecnología, la gamificación… son estrategias que pueden marcar una gran diferencia cuando se aplican con sentido. También lo es abrir el centro al entorno, establecer redes de colaboración y hacer del aprendizaje una experiencia significativa.

¿Cuáles consideras que son los principales retos actuales de la EPA y cómo podemos afrontarlos desde los centros y desde la administración?

Uno de los grandes retos es el reconocimiento y la visibilidad. La EPA sigue siendo una gran desconocida, incluso dentro del propio sistema educativo. También lo es atraer al alumnado que más lo necesita, superar barreras estructurales y sociales, y garantizar una oferta formativa actualizada y útil. Desde los centros debemos mantenernos activos, conectados, atentos a nuestro entorno. Desde la administración es necesario dotar de recursos, escuchar a los equipos y permitir que florezcan iniciativas que nacen desde la práctica.

Finalmente, mirando al futuro, ¿qué mensaje te gustaría trasladar a quienes se incorporan como docentes a la educación de personas adultas?

Les diría que están ante una de las etapas más gratificantes y transformadoras de la educación. Que no subestimen el poder del aprendizaje en la edad adulta, ni el impacto que puede tener su labor. Que escuchen, que acompañen, que se atrevan a probar. Y que nunca pierdan de vista que, detrás de cada persona que llega a un centro de adultos, hay una historia de vida, un motivo poderoso para aprender, y una oportunidad de construir juntos algo significativo.

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