La escuela rural también es EPA



“Escuela rural es aquel centro educativo —de cualquier nivel— que, ubicado en el medio rural, intenta promover la innovación educativa y el desarrollo de la comunidad a la que sirve. Es una escuela en positivo, aunque exigente con las deficiencias no subsanadas; una escuela de esperanza, basada en la autoestima del propio sujeto y de su medio, y de autoafirmación, por el esfuerzo individual y común. En definitiva, es la escuela que, integrada en un espacio rural, lucha por un futuro digno para el medio y la comunidad que la acoge.”(Santamaría, 1996, p. 231)
Esta definición, todavía vigente casi tres décadas después, resume a la perfección el espíritu del III Congreso Nacional de Escuelas del Medio Rural, celebrado el pasado 16 de mayo en Teruel. Un evento que reunió a docentes, equipos directivos, administración educativa y representantes de proyectos comprometidos con una escuela que no solo educa en el medio rural, sino desde y para él.

Bajo el lema “Brilla: raíces y oportunidades”, la jornada ofreció espacios de reflexión y talleres donde se abordaron los principales retos de la educación en zonas rurales: el arraigo al territorio, la despoblación, la innovación metodológica, la formación continua del profesorado o la inclusión educativa. El Congreso, que ya había pasado por Extremadura (2022) y Galicia (2023), consolidó en Teruel su carácter de red estatal para visibilizar y fortalecer una educación rural de calidad.
Una mirada desde la Educación de Personas Adultas: segundas oportunidades desde el ámbito rural
Entre las experiencias compartidas, destacó la participación del CEPER Arcipreste de Hita, de Alcalá la Real (Jaén), con el taller titulado “Una segunda oportunidad es posible”, conducido por su docente Ulises Sánchez Fernández. Su intervención aportó una valiosa perspectiva desde la Educación Permanente, muchas veces olvidada en los debates sobre la escuela rural, a pesar de estar profundamente ligada al territorio.
El centro andaluz, situado en una comarca olivarera del sur de Jaén, extiende su labor educativa más allá de su sede principal, llegando a pequeñas aldeas y pedanías a través de distintas secciones y aulas. Esta red territorial convierte al CEPER en un verdadero motor cultural y formativo para la población adulta, especialmente en entornos rurales tradicionalmente alejados de oportunidades educativas.
Durante su intervención, Ulises explicó cómo, a través de una oferta educativa diversa (formación básica, idiomas, pruebas de acceso, patrimonio, hábitos saludables, etc.), el centro se convierte en un espacio donde el alumnado adulto puede recuperar el tiempo perdido, reinventarse, superar miedos o descubrir talentos que habían quedado dormidos.
Uno de los ejes más potentes de su proyecto es el programa Erasmus+, que permite a personas que nunca habían salido de su comarca viajar al extranjero, comunicarse en inglés y vivir experiencias culturales profundas. A esto se suman las Comunidades de Aprendizaje, talleres dinamizados por voluntariado que combinan actividades culturales, teatrales, musicales y literarias, favoreciendo la participación, la autoestima y el sentimiento de pertenencia.
Además, el centro celebra múltiples efemérides a lo largo del año, utilizando fechas señaladas como el Día Internacional de la Mujer Rural o el Día del Libro como pretexto para generar experiencias educativas significativas que conectan con la identidad del alumnado y su territorio.
La apuesta por la inclusión —de personas mayores, migrantes o con discapacidad— y la actualización constante en el uso de tecnologías digitales completan el enfoque del centro, que trabaja para hacer realidad el derecho a la educación a lo largo de toda la vida, también en el medio rural.

Una experiencia enriquecedora
Ulises valoró su participación en el Congreso como una experiencia especialmente gratificante, tanto a nivel personal como profesional:
“Decir que la asistencia al III Congreso Nacional de Educación Rural ha sido positiva y enriquecedora es quedarse muy corto. El esfuerzo de cruzar la península desde Andalucía hasta la provincia de Aragón ha merecido muchísimo la pena. Conocer la forma de trabajar de otros centros, compartir experiencias y diferentes puntos de vista o resolver dudas fue una vivencia que difícilmente se puede llevar a cabo si no es dentro de una jornada tan importante y necesaria como fue la que vivimos en Teruel.”
Este testimonio pone en valor el papel de los centros de educación de personas adultas en el medio rural como agentes clave para la inclusión, la innovación y el arraigo. Porque educar en el territorio también es educar para la vida.