Aprendizaje cooperativo y formación profesional

En las aulas de FP estudiantes de distinta edad y bagaje personal deben cursar enseñanzas donde tanto la teoría como la práctica juegan un papel fundamental en relación con los estándares de aprendizaje que deben alcanzarse. Así, la adquisición de competencias transversales o soft skills –como las habilidades comunicativas y de interacción social– y de competencias específicas o hard skills, vinculadas a entornos profesionales específicos, pueden promoverse a través de elementos propios del Aprendizaje Cooperativo. Esta fórmula constituye una metodología didáctica que favorece la construcción de aprendizajes significativos a través de la cooperación en equipos de trabajo que se conforman de manera pautada. En relación con la misma es importante tener en cuenta, entre otros aspectos, los siguientes:
- La organización de grupos heterogéneos
Los equipos cooperativos están formados habitualmente por entre 3 y 5 personas y sus dimensiones van a facilitar al alumnado la posibilidad de interactuar en el seno de equipos pequeños, pero diversos. Dicha diversidad es propia de distintos entornos laborales y una realidad común en las aulas de FP, donde personas con distintas edades, bagaje cultural, experiencias personales, capacitación y formación, se ven en la situación de compartir rutinas y proyectos.
La heterogeneidad, que no deja de ser compleja, permite que sujetos con características y niveles competenciales diferentes puedan aportar al grupo cosas distintas, favoreciendo el enriquecimiento mutuo y el Aprendizaje entre Iguales dentro de grupos reducidos. Éstos ofrecen seguridad a sus integrantes, ya que favorecen el intercambio de opiniones, el planteamiento de dudas, la elaboración de ideas y su puesta en común a través de la interacción cara a cara, la escucha activa y el intercambio ordenado. De este modo, cada equipo se convierte en un entorno reducido en el cual experimentar ensayos y errores antes de compartir su contribución en gran grupo.
Para ello, cada miembro del equipo debe respetar normas básicas de interacción social como el turno de palabra y, además, tiene que asumir roles o funciones concretas. Éstas pueden ir desde ejercer como vocal o secretario del grupo, hasta realizar una búsqueda de información en Internet, representar la información sintetizada a través de imágenes o elaborar un texto escrito donde queden volcadas las conclusiones alcanzadas.
Si pensamos en un aula concreta, puede darse el caso de que en el Ciclo Medio de Instalaciones de Telecomunicaciones haya que llevar a cabo el montaje de un aparato utilizando instrucciones que han sido proporcionadas en inglés. De forma individual, puede que haya quien conozca artefactos parecidos, pero que no sea capaz de comprender un texto instructivo en lengua inglesa y que sienta cierta vergüenza por preguntar y pedir ayuda. Del mismo modo, puede que haya quien esté familiarizado con el inglés y con el uso de herramientas digitales como diccionarios online, pero que no tenga experiencia alguna en el montaje y desmontaje de ese tipo de maquinaria. En equipos cooperativos, afrontar estos retos y las limitaciones personales de cada cual puede resultar más sencillo gracias a las potencialidades de sus integrantes, quienes asumirán la resolución de la tarea con mejores garantías de éxito trabajando en grupo que en solitario. La habilidad del profesorado para organizar estos grupos es fundamental, de modo que, cuanto mejor se conozca a las y los estudiantes, mayores las probabilidades de formar equipos heterogéneos eficientes.
- La persecución de objetivos comunes
Más allá de sus diferencias, los miembros de los equipos de trabajo cooperativo comparten la necesidad de resolver problemas, de dar respuesta a demandas o elaborar productos concretos en el seno del grupo. Estos retos pueden incluir desde la escenificación con guiñol de un cuento en las aulas de Técnico Superior en Educación Infantil hasta la realización de una movilización a personas con diversidad funcional motórica en el Ciclo Medio de Atención a Personas en Situación de Dependencia. Llegar a la culminación de estas tareas a través del reparto de responsabilidades, de la temporalización y la organización de los recursos disponibles, de la cooperación y, por supuesto, de una comunicación fluida, va a permitir al grupo y a cada uno de sus integrantes culminar la tarea.
Pensemos en otro ejemplo concreto en relación con los objetivos comunes. En caso de que dadas ciertas condiciones (por ejemplo, una lista limitada de ingredientes, un tiempo concreto, una selección determinada de herramientas y electrodomésticos de cocina, etc.), grupos cooperativos de estudiantes de Cocina y Gastronomía deban elaborar un menú, cocinarlo y servirlo, el esfuerzo y el buen hacer de cada uno de sus miembros va a resultar en el beneficio del equipo completo, que va a ser capaz de responder al reto planteado a través del reparto de responsabilidades y la ayuda mutua. Ahí yace, precisamente, el secreto y el valor de la cooperación, que va más allá de la simple colaboración.
- La asunción de roles concretos
El reparto de funciones claras entre los miembros de un equipo cooperativo permite a cada estudiante saber qué tareas debe asumir, cómo debe interactuar con su grupo y, por tanto, de qué forma puede realizar su trabajo y favorecer el de su equipo. Para ello, existen pautas de interacción que facilitan la cohesión de los grupos. Además, contamos con estructuras cooperativas simples (como "lápices al centro" o "boli giratorio") y complejas (como el jigsaw puzzle, tan popular en las clases de idiomas de jóvenes y adultos), que pueden entenderse como distintos tipos de actividades o fórmulas a través de las cuales dinamizar los equipos. Estas técnicas permiten al profesorado y al alumnado aprender y/o mejorar su forma de cooperar a través del despliegue de sus habilidades emocionales y sociales, de la regulación de su conducta, del respeto al turno de palabra, de la escucha activa, de la adquisición y consolidación de hábitos, de la incorporación de procedimientos de trabajo alternativos, etc. Todo ello puede incluir desde conductas aparentemente simples y vinculadas a competencias blandas y transversales, tales como hablar de usted, dar las gracias o despedir a un cliente, hasta otras más específicas como emplear correctamente la técnica del estucado o la aplicación de ciertos tratamientos cosméticos.
Para concluir, debe destacarse que la implementación de las estrategias propias del Aprendizaje Cooperativo requiere formación y capacitación, de modo que para llevarlo a término de manera exitosa es necesario adentrarse tanto en las posibilidades de esta metodología como en las dificultades que entraña. De ahí que sea importante empezar por conocerla. ¿Y qué mejor que hacerlo a través de un clásico? El libro de Pére Pujolás El Aprendizaje Cooperativo, de la Colección 10 Ideas Clave de la editorial Graó nos adentra en el Aprendizaje Colaborativo. Además, hay que atreverse también a implementarla, conociendo las características de nuestras aulas y nuestras propias potencialidades como docentes de Formación Profesional.