El aprendizaje digital como motor de equidad global

El Día Internacional del Aprendizaje Digital 2025 fue más que una efeméride: fue una declaración de intenciones. Más de 700 participantes de 114 países se reunieron bajo el liderazgo de la UNESCO para compartir experiencias, estrategias y desafíos comunes en torno a una idea clave: que el aprendizaje digital puede —y debe— ser una herramienta de equidad, no de exclusión.
Audrey Azoulay, directora general de la organización, lo dijo con claridad: "La tecnología digital está cambiando nuestra forma de aprender y tiene el potencial de llegar a quienes históricamente han quedado fuera del sistema educativo." Pero advirtió: más de 2.600 millones de personas —la mayoría en zonas rurales— aún no tienen acceso a Internet. Esta brecha se refleja con crudeza en los centros escolares: el 60 % de las escuelas primarias del mundo aún no están conectadas.
Soluciones reales desde contextos difíciles
Desde Namibia hasta Kenia, desde Brasil hasta la República Democrática del Congo, el aprendizaje digital está echando raíces en lugares donde antes parecía inviable.
En una escuela rural de Namibia, una docente mejora sus clases con una única computadora y un proyector. En Kenia, el aprendizaje llega a través de SMS. En Brasil, estudiantes indígenas convierten sus voces en películas exhibidas a nivel nacional. “El aprendizaje digital no es solo tecnología: son revoluciones silenciosas”, resumió Huda Al Hashimi, de los Emiratos Árabes Unidos.
Más allá del acceso técnico, el aprendizaje digital requiere docentes formados y empoderados. Así lo destacó Barry Kruger, de la iniciativa Escuela Digital: "No habrá impacto sin docentes seguros y capacitados." Programas de formación en países como los Emiratos Árabes Unidos ya han llegado a más de 10.000 educadores en todo el mundo.
Un mensaje claro: nadie puede quedar fuera
“Solo avanzaremos si trabajamos juntos y apostamos por reducir desigualdades educativas”, concluyó Shafika Isaacs, jefa de Tecnología e IA en la Educación de la UNESCO. El llamado global es claro: el futuro será digital, pero debe ser también justo y accesible para todos.
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