Educación y Evaluación. Presión distorsionadora de la evaluación
En nuestra preocupación por un enfoque formativo en competencias, la función evaluadora tiene necesariamente un carácter central sobre el que es necesario reflexionar. Creemos estar formando en competencias para la vida y el trabajo; ¿pero se trata de competencias pensadas para una vida y un trabajo en perspectiva de futuro?
Por lo pronto, nos encontramos ante procesos evaluadores centrados ¿necesariamente? en el hoy y en el ahora, ante una evaluación que lleva (o puede facilmente llevar) a una selección prematura del alumnado; pensada en el hoy, y no precisamente en la vida y en trabajo que le puede corresponder desempeñar en su futuro, en las competencias para la vida y el trabajo en las que habrá de bregar el hoy alumno.
No cabe duda de que el aprendizaje viene determinado por la evaluación a la que va a ser sometido; tanto porque el alumno se prepara y aprende con la mirada puesta en la perspectiva en la que va a ser evaluado, como porque la evaluación selecciona y potencia la línea de los aprendizajes.
Es más, en ocasiones elimina del sistema no a quien no ha aprendido, sino a quien no ha mostrado los aprendizajes en el marco de un determinado plano evaluador.
Las dinámicas evaluadoras en educación deben ser necesariamente replanteadas. Quizás el símil no sea suficiente acertado, pero en Educación se trabaja, en demasiadas ocasiones, como si en una carrera de larga distancia, elimináramos de la competición a quienes no llegan a los 100 metros en x segundos.
Una evaluación centrada en el presente, deja fuera (o puede dejar fuera) a personas totalmente capacitadas para desenvolverse con soltura en el futuro que les toque, trabaja en exclusión y no en inclusión. Si realmente se evalúa pensando en competencias para la vida y el trabajo, ¿se hace con la necesaria perspectiva de futuro?
Los procesos evaluadores se centran con frecuencia en sí mismos, obviando sus efectos distorsionadores de los aprendizajes y sus efectos seleccionadores o eliminadores en el alumnado.
Minimizar los poderes eliminadores de alumnado que tienen los procesos evaluadores no es una mala idea. Las nuevas normativas nos proporcionan cierta dosis de optimismo.
Malos alumnos de ayer son hoy grandes profesionales.