Entrevista a José Manuel Pestano Rodríguez
Entrevista a José Manuel Pestano Rodríguez
Nos sentamos a conversar con José Manuel Pestano, profesor de EGB desde mediados de los setenta, quien ejerció cuarenta años la profesión y ahora está jubilado. Queremos conocer su experiencia en la Educación de Personas Adultas (EPA) y que nos comente aspectos y vivencias que puedan ser de interés.
Hola, gracias por atendernos, ¿puedes hacer un resumen de tu recorrido profesional?
Gracias a ustedes. Empecé en la educación en 1976, estuve varios años en las aulas de la antigua EGB y luego ocupé algunos destinos menos habituales en servicios y programas diversos: escuela hogar, educación compensatoria y medios audiovisuales. Posteriormente volví al instituto, compatibilizando este puesto con otro en la educación superior. Mis últimos destinos como maestro estuvieron en la Educación de Personas Adultas, fundamentalmente en el CEPA San Cristóbal, al que he seguido luego vinculado como docente voluntario, participando en diversas actividades y proyectos.
¿Cuántos años estuviste en la Educación de Personas Adultas?
La respuesta corta es seis, intensos y muy interesantes, pero eso, seis. Quizás debo matizar esto un poco. En realidad, antes de terminar en la Escuela de Magisterio ya había estado enseñando a adultos destrezas básicas, leer, escribir, algo de aritmética elemental... Este contacto con alumnos mayores, enseñando temáticas diversas, se mantuvo de una o de otra forma a lo largo de toda mi vida profesional. Tanto en la mili como en educación compensatoria tenía alumnos adultos, en el programa de medios audiovisuales impartía cursos a otros docentes y así sucesivamente. En cierta medida creo que he enseñado más a personas mayores de edad, en distintos niveles y etapas educativas, que a niños y adolescentes.
Conocí la educación formal de personas adultas en mi primer destino definitivo. Allí se impartían clases para personas adultas en lo que se denominaba prolongación de jornada. Después de trabajar durante el día, tanto el alumnado como los docentes se encontraban en las aulas del colegio, en horario casi nocturno, para enseñar y para aprender. Finalizadas las campañas de alfabetización y ya entrados en los setenta ese procedimiento permitía alcanzar la titulación obligatoria mínima a muchos ciudadanos. No intervine en esa formación, pero sí pude apreciar uno de los factores diferenciales del ‘público’ adulto con respecto al de la educación obligatoria, la voluntariedad. A diferencia de los adolescentes, los adultos que acuden a la EPA conocen sus carencias, sienten la necesidad de mejorar, entienden que estudiar es una opción y ejercen su voluntad de acudir a aprender. Esta decisión es voluntaria, aunque esté mediada y limitada por las circunstancias de cada uno. Esto es muy importante para entender las características de esta etapa.
¿Qué otros aspectos de la educación de personas adultas te resultan significativos?
Seguramente me dejaré unos cuantos por mencionar, pero entre las cuestiones diferentes respecto a otras enseñanzas, me parece interesante resaltar cosas que incluso desconciertan al profesorado que llega nuevo a la EPA y que son aspectos que se encuentran ahora mismo en transformación como la flexibilidad de la oferta, la difusión de la EPA, el aula misma, la matrícula, el absentismo, etc.
¿Por qué te parecen significativos estos aspectos?
Quizás por orden y, ya digo, que igual se me queda alguno, resaltaría el alumnado, pero esto lo dejo para comentarlo después. Respecto a los anteriores, por ejemplo, la flexibilidad de la oferta es algo muy relevante. Cada curso los centros analizan su entorno, detectan necesidades de formación y realizan una propuesta de oferta de enseñanzas a la administración educativa: Formación Básica, Educación Secundaria de Personas Adultas, Formación Profesional, otras enseñanzas, etc. Esto se hace curso por curso y es de una importancia y de un interés enorme porque supone que el centro tiene que estar muy conectado con su área de influencia y ser sensible con esa sociedad que le rodea. Se dice que los tiempos cambian, bueno, pues eso, las necesidades de la sociedad también. El que un centro pueda responder a los cambios con agilidad es un valor fundamental de la EPA.
Hay más: la difusión de la EPA. No sé cómo se realiza ahora en la era del whatsapp pero sí sé que la difusión la hacía el profesorado de diversas maneras: repartiendo en mano información, pegando carteles, haciendo megafonía desde un coche, etc., es decir, buscando y captando al alumnado con carencias formativas. En la época actual se pueden utilizar medios clásicos, como la radio o la televisión, pero también se emplean las redes sociales para realizar la difusión. Esta es necesaria tanto para las personas que desconocen la oferta educativa del centro de adultos, como para los que sí tienen conocimiento de su existencia. A los primeros porque les informa de lo que no saben y a los segundos porque reciben un empujoncito que puede hacer que decidan volver a estudiar. Bueno, y respecto al aula de adultos, creo que el que tenga memoria debe empezar por reconocer a lo largo de estas últimas décadas los esfuerzos por dignificar las condiciones de este trabajo. Siempre hablando en general, las actuales sedes de los centros tienen poco que ver con las de hace veinte o treinta años. Además, los centros tienen aulas externas repartidas por su área de influencia según necesidades y disponibilidad. Ahí también se ha mejorado considerablemente porque alumnado y docentes han compartido, y todavía comparten en algún caso, espacios habilitados como aulas que resultan atípicos. ¿Y esto por qué?, pues porque una vez detectada la necesidad, a la flexibilidad de la oferta se añade la flexibilidad de espacios y el profesorado va al sitio en el que se pueda reunir con los estudiantes. Claro, esto también varía, por supuesto. Las enseñanzas semipresenciales y a distancia representan un cambio en el modelo anterior, pero hasta la fecha no lo han sustituido del todo y tampoco creo que lo vayan a sustituir, al menos a medio plazo.
En esas condiciones, ¿resulta sencillo dar clase a un alumnado que es voluntario o no?
El alumnado de la EPA es el gran protagonista de esto, sí. Dar clase a este alumnado voluntario es gratificante, lo de la sencillez es algo más variable y en algunos casos no tiene nada de sencillo, depende. Pero gratificante sí es y lo es por dos motivos: porque se aprecia el compromiso, el interés, el esfuerzo y las ganas de superar metas a través del estudio y también porque se observa que en la gran mayoría de los casos, ese esfuerzo, si es continuado, conduce al objetivo, se alcanza la meta, es decir, no es un esfuerzo baldío. Ahora bien, hay luces y sombras en esto. La sombra más oscura quizás sea el absentismo del alumnado adulto en determinados estudios y períodos formativos. En esos casos un grupo comienza con una matrícula alta en septiembre, pero puede perder estudiantes por el camino y llegar la primavera mermado a la mitad o incluso menos. Las causas son múltiples: trabajo, familia, enfermedad, cansancio, otros compromisos y problemas propios de la vida adulta. Por eso los centros suelen tener un plan de actuación frente a las faltas de asistencia, que vaya más allá del aspecto sancionador, como la pérdida de evaluación continua, sino que sea realmente un plan efectivo para la recuperación del alumnado.
Bueno, hay algunas sombras pero también hay muchas luces, y a veces el caso concreto ilustra con claridad la voluntad del alumnado. Éste es un ejemplo. Me visita un alumno acompañado de su pareja.
- Mire don José, venimos a decirle que nos casamos el próximo viernes.
- Ah, muy bien, fantástico, ¡enhorabuena!
- Sí, sí, eso está muy bien, pero nos vamos de viaje de novios.
- Bien, vale, estupendo.
- Eso, eso…, lo que quiero es que me ponga tarea para el viaje.
- Eh, bueno, eh, ¿para el viaje dices?
- Sí, claro, para aprovechar.
- Hombre, no sé yo, ¿eh?
- Sí, póngame y ponga bastante que ya he perdido yo mucho tiempo y ahora toca recuperar.
Así fue, le puse unas cuantas cosas pero, al parecer, no las suficientes y me insistió, ‘ponga más, eso lo acabo enseguida’, y eso hice. Así que sí, la frase, ‘ponga más que eso es poco’ referida a la tarea es recurrente, la he oído en más ocasiones.
Además, tengo que matizar lo de la voluntariedad porque, como dije antes, la voluntad está rodeada por diversos factores y circunstancias. Pocas veces se es absolutamente libre para elegir. En numerosas ocasiones, las personas que acuden a la educación de adultos han tenido que superar multitud de obstáculos, externos e internos, para poder estudiar y merecen un reconocimiento por ello, han hecho lo más difícil, empezar, y nos toca acompañarlos para que terminen. Por otra parte hay alumnado con otras circunstancias al que, probablemente, le cueste menos la decisión de matricularse y asistir a clase, ya que sencillamente siente que debe aprovechar esa oportunidad y lo hace. Por ejemplo, un inmigrante que no habla español tiene una carencia básica y lo sabe. Lo mismo ocurre con las personas mayores que estudian en EPA; ellas también saben que asistir a clase les ayuda a mantener lo aprendido en una etapa de la vida en la que se olvidan con facilidad habilidades y conocimientos.
En relación con la práctica docente, ¿cómo son los métodos de enseñanza con los estudiantes adultos?
Hay controversia al respecto, algunos expertos dicen que esencialmente son los mismos que los que se emplean con los adolescentes y otros que son diferentes. No entro en la polémica, entre otras cosas, porque creo que los métodos más efectivos son los que hacen partícipes al alumnado de su aprendizaje y he visto que esto vale para todas las edades. Ahora bien, las características del alumnado adulto permiten aprovechar sus experiencias vitales y su madurez para afrontar temas diversos o resolver problemas a otro nivel. En general este alumnado se muestra entusiasta ante los retos que se le plantean. Desde luego, no digo nada novedoso, porque los resultados educativos son mejores cuando la dinámica del aula se engrana mediante proyectos con bases, actividades y productos reales. En la educación de personas adultas rara vez he visto utilizar libros de texto tradicionales; aunque los hay, el profesorado plantea los contenidos mediante materiales diversos, adaptándolos a las diferencias entre estudiantes de un mismo grupo, que en algunos casos, pueden ser muy grandes. Claro, también surgen dificultades para llevar a cabo proyectos y actividades conjuntas en grupos semipresenciales o a distancia, pero seguro que la capacidad de innovación de los docentes junto al alumnado adulto las irán resolviendo.
Para terminar, ¿cuáles crees que son los retos de la educación de personas adultas?
Mira, en la EPA hay muchos agentes que cooperan para que el sistema funcione y todos tienen múltiples ‘calderos al fuego’. Los docentes en el aula, los equipos directivos en el centro, las entidades colaboradoras del entorno, etc., todos ellos tienen retos por delante, cada uno a su nivel. Por ejemplo, la propia administración educativa se encuentra ante varios temas. Uno es la normativa y la calidad de la enseñanza. Si las normas superiores cambian, se genera una cascada considerable de cambios en las normas inferiores. Además, siempre hay nuevas órdenes y disposiciones para la mejora de los servicios y se tendrá que vivir con eso. Y ahí está la pregunta: ¿el incremento normativo realmente mejora la enseñanza? Probablemente se podría tener más en cuenta la esencia de la función docente, que consiste en enseñar, adoptando cambios que permitan ejecutar adecuadamente esa función y no otras; en consecuencia, serán positivos los cambios que disminuyan las labores administrativas del profesorado a lo imprescindible. En la misma línea se encuentra la elaboración y seguimiento del itinerario formativo del alumnado de adultos, para lo que hay que tener en cuenta aprendizajes previos, las características de la persona e incluso una entrevista. Los centros vienen solicitando un servicio de orientación para esto que por ahora es otra función que se añade al quehacer del profesorado. Por último, la difusión de los estudios de EPA siempre ha sido algo complicado; sin embargo, existe un espacio de mejora mediante la interconexión entre las áreas de educación y de empleo. Se han dado pasos importantes, como lo que tiene que ver con los certificados de profesionalidad, pero quizás sea el momento de avanzar más, por ejemplo, dando información a las personas en situación de demanda de empleo sobre las posibilidades formativas en su zona que incluyan la oferta de la educación de personas adultas; parece algo que puede tener alta repercusión social.
La Educación de Personas Adultas en su conjunto tiene ante sí grandes desafíos. En este país las personas mayores de edad superan con creces a los niños y adolescentes escolarizados. De esa población adulta una parte no terminó la educación primaria o la terminó y la ha olvidado, otra parte bastante significativa no tiene la educación obligatoria o carece de la cualificación mínima para obtener un empleo. Son retos formidables. Resolver esto llevará tiempo, esfuerzo y recursos, pero estoy seguro de que la educación de personas adultas lo podrá conseguir.
Muchas gracias estimado colega, hasta la próxima.